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Observar. Admirar. Aprender.
Aprender como resultado de la experiencia, de lo vivido.
Vivimos centrados en nuestro día a día; encerrados en la rutina de un lunes e influidos por la tradición de un domingo. No nos salimos de la raya. Ni siquiera lo habíamos pensado y, en realidad, tampoco nos va nada mal así. Pero hay algo más fuera de estos límites, y es que, nos viene desde nuestras raíces, que si poco vemos poco aprenderemos.
Observar es mirar a nuestro alrededor y disfrutar de los pequeños rincones de nuestra ciudad, escuchar a nuestros antepasados y aprender de sus historias, de sus vivencias y de su experiencia. Observar es degustar la gastronomía de nuestra cultura y descubrir pequeños detalles que no conocíamos, pero que están ahí. Y siempre lo han estado. Es prestar atención y entender que solo saliéndonos de aquella raya que hemos dibujado de lunes a domingo hay un aprendizaje extra.
En el Siglo XIX, Antoine d’Abbadie quiso montar un observatorio astronómico en el Castillo d’Abbadie, ubicado en Hendaya. Hizo unos agujeros en las paredes del castillo, para así orientar su observatorio hacia la montaña, pero no surtió efecto. Lejos de querer esconder su error, escribió lo siguiente en la entrada del castillo: ez ikusi, ez ikasi.
Un viaje, un plato a degustar, una sensación… Un destino. Observemos siempre aquello que nos rodea, pues en ello reside un aprendizaje seguro. Incluso cuando menos lo esperemos, cuando lo veamos todo negro, no ver es no aprender.
26-05-2021
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