Reservar
Vimos cómo disfrutaban de la buena gastronomía; en familia, con amigos en el “txoko”… Todo, alrededor de una buena mesa. Momentos de ocio. Momentos de negocio. Un buen vino. Buen producto. Horas de conversación.
Aprendimos a ser discretos. “Guipuzcoanos”, dirían algunos. No era secretismo. Ni falta de transparencia. Se trataba de no alardear en buenos momentos, ni alzar la voz en los malos. Para bien o para mal, la discreción fue otro de los valores que nos enseñaron nuestros antepasados (arbaso).
La palabra. “Palabra de vasco”. No hacían falta firmas, ni contratos. El contrato verbal era tan válido como el escrito. Cuando nos comprometíamos de viva voz, nos comprometíamos de verdad. Dar la mano era símbolo de confianza y responsabilidad. No había vuelta atrás.
Emprendedores. Supieron ver negocio donde nadie lo veía. Oportunidades en las crisis. Sacaron fuerza cuando todo se venía abajo. Se reinventaron. No miraban atrás ni para tomar impulso. La palabra “problema” no entraba en su diccionario; lo cambiaban por la búsqueda de soluciones. Tozudos, hasta encontrarlos.
Así eran nuestros antepasados; vividores y trabajadores, discretos. Personas de confianza. Emprendedores. Parcos en palabras, generosos en hechos.
Hoy recogemos su legado. Y ojalá seamos capaces de mantener vivos estos valores que nos han traído hasta aquí. Como diríamos hoy…puros influencers para nosotros.
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